El penalista Alejandro Carranza explica cuál es el único camino que tiene la influencer y empresaria Daneidy Barrera para no pagar la pena en El Buen Pastor
La reciente condena impuesta por la Corte Suprema de Justicia a Daneydi Barrera, más conocida como Epa Colombia, es ajustada a derecho; no hay nada que hacer o decir al respecto. No la conozco, y hasta creo que en algún momento la catalogué como una delincuente juvenil. Muchas veces sentí pena ajena cuando la vi comportándose de forma vulgar y bandolera dentro y fuera del país.
Sin embargo, la conocida figura pública ha conmovido recientemente a la sociedad, por la condena que debe aceptar con resignación. Todos terminamos contraponiendo la historia de la «niña rebelde», la «bribona» que destruyó bienes del Estado, contra la de la mujer empoderada, la empresaria de tesón y madre ejemplar que es hoy en día.
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La condena que hoy muchos celebramos, como un ejemplo de justicia material, y por la que alegóricamente nos permitimos pensar que «el que la hace la paga» o que «la justicia tarda pero llega», en realidad, es algo que contradice los principios y fines de la pena en el Estado social de derecho.
Según la teoría penal, los fines del proceso penal y de la pena son la verdad, la justicia, la garantía de no repetición, la reparación, la prevención del delito y la resocialización.
Entonces, cuando se recuerda esto, surge de inmediato un gran interrogante: ¿cómo es posible que la condena impuesta cumpla alguna finalidad ahora que ella es un fiel y público reflejo de alguien que se resocializó?
Daneydi es hija de la humildad, sus padres son ciudadanos del común que han luchado por sobrevivir y que en medio de las afugias, como pudieron, con lo que tuvieron, criaron a una hija que peleó con todo su ser por salir de la pobreza. Epa se fue abriendo paso en la sociedad, nadando contra la corriente, derribando puertas y barreras hasta que un día llegó a convertirse no en Epa Colombia, sino, en la mujer empoderada, la generadora de empleo, la amiga de la sociedad.
Si los fines de la pena ya se cumplieron, entonces, no vale la pena someterla a una condena que puede afectar su proyecto de vida restaurado, una condena que la separa de su hijita recién nacida y a la que nadie, estoy seguro, le desea que crezca sin su mamá.
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Si lo pensamos, la verdad fue hallada porque ella misma la grabó en el video que subió a sus redes y es una verdad que la condenada siempre admitió, desde el principio ella miró a la justicia a los ojos y con la más profunda humildad admitió su error.
Por otro lado, la reparación fue recibida por el sistema masivo de TransMilenio hace años, ella pagó, ella restauró el daño causado y desde que aconteció aquel episodio de rebeldía, Daneydi creó unas empresas que ayudan a otras mujeres a huir de la trampa de la pobreza, fomentando así la no repetición de los hechos.
En otras palabras, la pena, sin haberse dado, ya cumplió su cometido, para qué condenarla ahora con cárcel.
A la sazón, deberíamos meditarlo: ¿cómo podrían lograrse aquellos fines de la pena en cárceles que se encuentran en un estado de «cosa inconstitucional»?. Porque no podemos ocultar que los establecimientos carcelarios del país violan los derechos humanos debido a su hacinamiento, deficiente equipamiento sanitario y abandono histórico.
En este sentido, la condena de Daneydi Barrera puede ser vista como un ejemplo de lo anacrónico que es nuestro sistema punitivo, en donde todo se paga con cárcel, como si el dolor o castigar el cuerpo arreglara los males de la sociedad, al menos no en este caso, estoy seguro.
Por eso, siendo consciente de los rayos y centellas que podrían caer, me atrevo a proponer al señor Presidente de la República por este medio, ojalá que le llegue, que le otorgue el perdón presidencial o indulto.
En su momento, Daneydi o Epa Colombia, actuó con una ignorancia dolosa, creyendo que estaba luchando contra la corrupción que generaba la pobreza de la que trataba de huir, pero en realidad estaba dañando bienes del Estado. Aunque su acción fue inexcusable, es importante considerar que fue motivada por una sensación de frustración e impotencia ante la corrupción en el estallido.
No hay ningún mensaje a la sociedad en la cárcel que enfrenta, el mensaje importante para la sociedad es su proceso de aprendizaje y restauración.
Por eso, para ella pido clemencia y perdón. Es hora de considerar la justicia restaurativa y la rehabilitación por otros medios en lugar de la venganza y el castigo, al menos en este caso.
* Este artículo es una columna de opinión del abogado penalista Alejandro Carranza
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