Introduje el tema del lobby cuando ya hace varias décadas enseñaba el curso de grupos de presión a los estudiantes de pregrado en la Universidad de los Andes. Y hace casi medio siglo, un estudiante de derecho y de filosofía me consultó para que mirara un texto de legislación sobre las materias que él había preparado para algún congresista. Así las cosas, no me sorprendió leer en El Nuevo Siglo del 11 de marzo, página quinta, que el Congreso estaba listo para aprobar una ley sobre el tema del cabildeo. El senador Alfredo de Luque del partido de la U es el ponente de la iniciativa. Se dice que esta propuesta ha fracasado 20 veces.
Se trata de hacer más transparente el proceso de participación de los ciudadanos y de los diversos sectores de la sociedad en el proceso de toma de decisiones. Y por ello sería un error limitar esta reglamentación solamente a las decisiones que se toman en el Congreso o en las asambleas y los concejos, estos últimos cada día más importantes.
Como se trata del proceso de participación de la ciudadanía, pues se está hablando de algo que ya existe desde hace mucho tiempo como son los grupos de presión o los grupos de interés que entre nosotros preferimos llamar gremios o asociaciones. El tema es de gran importancia porque debe servir como una oportunidad para equilibrar la inequitativa distribución del poder en nuestra sociedad. Pues hay sectores que desde siempre han influido en el proceso de decisiones, por ejemplo, la Asociación Nacional de Industriales, la Federación de Cafeteros o la Sociedad de Agricultores de Colombia para mencionar aquellos que tienen una mayor tradición. Hoy son muchísimos los gremios, unos asociados en lo que llamamos el Consejo Gremial, otros en una nueva figura que es la de Aliadas.
Es muy importante que el proceso de formulación de decisiones o de adopción de políticas públicas esté alimentado por las preocupaciones y las ambiciones de los diversos sectores que constituyen la sociedad colombiana. Y parte de una buena reglamentación debería incluir la obligación de convocar a sectores que no están bien organizados para que participen cuando los que están mejor constituidos y conocen el funcionamiento de la vida política están interviniendo. Es un tema de justicia política en el delicado mundo de las decisiones que afectan el interés general que, en ocasiones, es un resultado de los intereses particulares.
Presidencia, gobernaciones, alcaldías, ministerios, agencias gubernamentales, institutos descentralizados y otros entes que forman parte del Estado deben estar abiertos a este proceso de influencias por parte de los ciudadanos, individualmente o asociados. Es muy abundante la bibliografía general sobre el tema y la que considera casos concretos como por ejemplo sería la de los profesionales de la medicina o del sector salud en el Reino Unido.
La financiación de campañas políticas está íntimamente ligada a este esquema de participación. Y es bien sabido que esta financiación es un factor protuberante que contribuye a la desigualdad en el proceso del cabildeo, o sea en la tarea de influir. Exministros, exfuncionarios se dedican, muchos de ellos, a estos asuntos. Colombia, por ejemplo, en varias ocasiones ha utilizado no una sino varias agencias especializadas en el tema para influir en el proceso de decisiones que nos afectan en los Estados Unidos. Una gestión que vale varios millones de dólares. Bruselas es otro espacio para la actuación de agencias especializadas en el arte de ejercer influencia. En algunos casos se hace ante los miembros del Congreso individualmente considerados, en otros ante los partidos políticos. Depende de cómo es el papel de unos y otros en cada Congreso o Parlamento. Algunos exparlamentarios, exconcejales o exdiputados deciden establecer oficinas para realizar esta democrática y legítima tarea. Los medios de comunicación no son ajenos a estos procesos de influencia.
*Exministro de Estado
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