Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Por una generosa invitación, estos días me topé con un inesperado recorrido por algunos ríos del Pacífico; conversando con habitantes del litoral y de sus poblados entre ríos, me sorprendí a mí mismo hurgando sobre asuntos que se conocen de marras en la región y el país, pero sobre los cuales no logramos sacar suficientes lecciones y conclusiones para actuar colectivamente. Agrupó en tres los asuntos que quisiera compartir, a propósito del recorrido fluvial, en clave de reflexión sobre las habitancias en nuestros tejidos territoriales.
Viajar por los grandes ramales de aguadulce que tributan al litoral, es vivir una experiencia sagrada que implica la maravilla de toparse con una taxonomía inimaginable de arenas, rocas, suelos, plantas, frutos, animales, paisajes, cielos, cuerpos, pieles, olores, caseríos, canciones, sabores y saberes. Las sensaciones compartidas recuerdan la inmensidad y complejidad de nuestros ecosistemas y la responsabilidad que implica habitar estos suelos, comprendiéndolos y pisándolos con respeto. Como caleño que escasamente reconoce esas vecindades, no tengo dudas de que las ciudades cercanas debemos todo a esas líneas serpenteantes de agua y que debemos agradecer a las comunidades afrodescendientes, indígenas y campesinas que en medio de grandes dificultades, incomprensiones, avatares y contingencias, han sabido preservar esos suelos y esas aguas. Afirmó pues que el país debe mucho a esas formas locales de vida que han logrado cohabitar con esos exuberantes lugares que fluyen en sus ciclos, tan rudos como festivos.
Decir Raposo, Yurumangui, Sabaletas, Dagua, Anchicayá, Cajambre, San Juan, San Marcos, San Cipriano, entre otras vertientes, es acogerse a un tejido biológico majestuoso que deviene en pequeñas comunidades de seres
Decir Raposo, Yurumangui, Sabaletas, Dagua, Anchicayá, Cajambre, San Juan, San Marcos, San Cipriano, Escalerete, Aguaclara, Naya, entre otras vertientes, es acogerse a un tejido biológico majestuoso que deviene en pequeñas comunidades de seres, pobladores de las aguas, los fangos, los deltas, los meandros, los bosques, las corrientes de vientos, las arboledas centenarias, los caminos veredales, las carrileras de trenes olvidados, las casas añejas con su humear y sus olores que recogen el espíritu mineral, vegetal, animal, cósmico que venimos siendo; emergen así, huellas de sembradíos y madre viejas dispersas que se mueven en un caleidoscopio de colores y formas animosas que no paran de cruzarse y cambiar su devenir. Estando ahí es de sentido común la afirmación de que toda “intervención” que no sea consentida y respetuosa del respirar de estos parajes, además de dañar la vida, está condenada a perecer entre la mezcla de poderosas humedades, sales y soles justicieros. Insistiré en que solo aprendiendo a comprender esos ríos y sus entornos podremos expandir los dones del territorio que nos han sido dados para coexistir y sobrevivir.
Hay algo que se nos ha olvidado a toda la humanidad contemporánea, especialmente a los señores financistas y comerciantes de los puertos, a los buscadores de fortuna, a las bandas armadas y a los colonizadores de diverso pelambré que tercamente insisten, una y otra vez, en ver los territorios primordialmente como fuente de recursos apropiables: se olvida que nuestros cuerpos son agua, sabias vegetales, sustancias animales; que somos responsables de convivir respetuosamente con esos hilos fulgurantes de vida, en todos nuestros pasos, rutas y travesías; se descuida a veces que tenemos un deber de casa con el cuidado de la maravilla sagrada que nos arropa con su fluvial presencia, cuando podrimos rectificar recogiendo de la formas de vida local existentes diseños alternativos a la mega minería, las mega obras y las mega exportaciones anti ecológicas. Larga vida para el territorio Pacífico, para sus creaciones cotidianas y sus comunidades tan sufrientes como renacientes en el tiempo…
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