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El pasado lunes, en un solo día “se han presentado un total de 19 eventos terroristas, 12 en el departamento del Cauca y 7 en el departamento del Valle del Cauca.” Además, reportó el comandante de las Fuerzas Armadas de Colombia, se neutralizaron 6 ataques adicionales. Que horror. Esas noticias sobre el recrudecimiento de la violencia en Colombia son alarmantes y angustiantes. Ninguno podemos ser ajenos a unirnos para que los malos no nos venzan.
Lo que en las capitales denominan la Colombia “Profunda”, el territorio de los municipios más afectados históricamente por la violencia, los municipios PDET, abarca un poco más del treinta por ciento (30%) del territorio nacional. Es una zona gigantesca. Allí vive un poco menos del veinte por ciento (20%) de la población, un número parecido a la población de Bogotá. Se trata de zonas dispersas, entendiendo por “dispersión” que la población demora cinco o más horas para llegar a la zona urbana mas cercana.
Nuestra geografía es muy grande y la atraviesa no una, ni dos, sino tres cordilleras inmenzas y una cantidad de ríos que nos hace la quinta zona del mundo con más agua.
Y, si ello fuera poco, la vegetación en estas regiones las hace inexpugnables.
En esas condiciones, se hace posible que los delincuentes no solo cometan sus crímenes sino que, además, tomen control del territorio. Las tomas de los territorios no son simbólicas. Son reales. Capturan las vías, las fuentes de recursos, el devenir político, las vías, la cotidianeidad, las familias, los niños y, literalmente se hacen dueños de la vida y muerte de todos a su alrededor.
No es coincidencia que esas características hayan confluido con el origen de muchas de las violencias que han atacado, desangrado y herido a Colombia por décadas y generaciones. Unas veces financiadas con marihuana, coca, amapola, contrabando, oro, tierras, petroleo, o lo que sea. El problema no es la fuente de las rentas ilegales. No. Es fácil de entender: Donde no hay presencia del Estado, llegan todas las desgracias.
Proteger a los compatriotas de esas partes del país es una necesidad ética, política y legal. Pero, para peor, la violencia que se genera en esa captura de los territorios no se queda allá. La violencia que se origina de esa manera impregna de dolor y sangre a todo Colombia.
En ese contexto, desarrollar los Planes de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET), para cerrar las brechas de los 170 municipios más afectados por la violencia, es decir, los municipios PDET, es o debería ser una obviedad. Pero, en cualquier caso, esa decisión política debe precederse de una estrategia clara de seguridad. Esa estrategia implica, como mínimo 4 tareas:
Rodear de apoyo, admiración y respaldo a las mujeres y hombres que conforman las fuerzas militares y la policía en esas regiones: No podemos esperar que estas personas arriesguen su vida cada día y todos los días si no les hacemos sentir nuestro agradecimiento. Y, mas allá, el de gobierno del país por el que se sacrifican.
Fortalecer las capacidades de aviación: Perseguir a los malandros a pie, en esa geografía, es un reto imposible. Lo que hizo y haría la diferencia a favor nuestro, y detrimento de los criminales, es poder llegar con los helicópteros apropiados y los aviones “Tucan” o similares.
Mucha inteligencia: Infiltrarse en las estructuras del crimen y anticipar los movimientos de criminales nos da la ventaja estratégica que se necesita. Las capacidades y habilidades para generar inteligencia, que se han forjado por décadas, son preciosas, pero no eternas. Se basan en una actividad que debe ser permanente. Y, como son delicadas de construir, es imposible haciéndolo de manera intermitente.
Tareas conjuntas: Nuestras fuerzas del ejército, la armada, la fuerza aérea y la policía, todas tienen mandatos legales, habilidades y capacidades complementarias. Es crítico que, con el nombre que se quiera, se fortalezcan las fuerzas de tarea conjunta y se robustezca la posibilidad de operativos coordinados.
PD: Como todo Colombia, repito, con el corazón en la mano, lo que cada uno de nosotros espera para su recuperación en bien de él, su familia, la sociedad y las generaciones que vienen: ¡Fuerza Miguel Uribe!
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