Con más de 40 años de tradición, este restaurante es un homenaje vivo a la cocina boyacense: porciones generosas, sabores auténticos y sazón de hogar
En una esquina del barrio El Encanto, justo al borde de Villa Luz, hay un lugar que no se parece a nada de lo que suele verse en Bogotá. Se llama El Zoológico, y aunque su nombre sugiere algo distinto, lo que guarda en su interior es un verdadero festín de cocina criolla. Allí, entre mesas familiares y el murmullo de clientes que parecen vecinos de toda la vida, se cocina —literalmente— una de las mejores versiones de la gastronomía boyacense que se puede encontrar en la ciudad.
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Este restaurante y piquetedero lleva más de cuatro décadas sirviendo platos típicos que no escatiman ni en sabor ni en cantidad. El viudo de capaz, por ejemplo, no cabe en un solo plato: hay que dividirlo en dos. Así de generoso es el servicio. No se trata solo de llenar el estómago, sino de reconectar con esa comida de campo, humeante, que trae recuerdos de abuelas, de leña, de domingos largos.
Gallina criolla, mondongo espeso, cuchuchos que reconfortan y huesos de marrano que son un manjar para los más clásicos. Cada receta está preparada con una dedicación que se nota y se siente. Es comida sin pretensiones, pero hecha con respeto por la tradición.
Lo mejor es que los precios no se han dejado arrastrar por las modas de la alta cocina. Aquí se come bien, abundante y a un costo que no desajusta el bolsillo. El restaurante sigue siendo atendido por sus dueños, lo que le da ese aire familiar, casi doméstico, que tanto escasea en la ciudad.
El Zoológico no tiene cadenas, ni filiales, ni afán. Es uno de esos pocos lugares que resisten al tiempo con lo más simple y poderoso que puede ofrecer un restaurante: comida honesta, casera y abundante. Una joya de barrio, como las de antes. Si usted va una vez, regresa otra y otra vez más, eso dicen los que ya fueron y volvieron.
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