Mientras el senador continúa en sala de cuidados intensivos de la Fundación Santa Fe, las autoridades están tras la pista de todos los implicados en el ataque
El país sigue en vilo. Este lunes 23 de junio, Miguel Uribe Turbay —senador, precandidato presidencial y una de las figuras más jóvenes del uribismo— está siendo sometido a una nueva intervención quirúrgica tras haber sobrevivido el pasado 7 de junio a un atentado que sacudió al escenario político nacional. Su esposa, María Claudia Tarazona, a través de la red social X, continúa pidiendo oraciones mientras los médicos luchan por mantenerlo estable. En paralelo, la justicia avanza en el rompecabezas del ataque que, por poco, le cuesta la vida al congresista.
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Hasta ahora, la Fiscalía ha capturado a cuatro personas vinculadas de manera directa con el intento de asesinato. Entre los detenidos figura un menor de edad quien aunque no acepte su culpabilidad fue, según las autoridades y las pruebas, como videos y testigos directos, el encargado de disparar. El joven habría recibido el arma dentro de un vehículo a pocas cuadras del parque El Golfito, lugar donde se ejecutó el ataque.
Carlos Eduardo Mora González aparece en el expediente como una de las piezas que ayudaron a poner en marcha el plan para acabar con la vida del senador. No fue quien apretó el gatillo, pero sí estuvo —según la Fiscalía— en los pasos previos: caminó por la zona, revisó el lugar del atentado, tomó nota de los movimientos y estuvo allí cuando el arma llegó a manos del menor. Lo describen como el que organizó sobre el terreno, el que se aseguró de que todo estuviera listo antes del disparo.
A su lado aparece Katerine Andrea Martínez Martínez, conocida con el alias de Gabriela. Las autoridades creen que fue ella quien entregó el arma al menor de edad, y que tuvo un papel determinante para que el plan se concretara. No solo habría facilitado la logística, sino que también habría estado al tanto de los movimientos del senador con el fin de asegurar que no fallaran. La capturaron en Caquetá, donde ellas misma dijo la iba a proteger la guerrilla, por lo que una de las hipótesis que más ha cogido fuerza es que La segunda marquetalia de Iván Márquez estaría detrás del atentado.
El cuarto capturado es William Fernando González Cruz, alias Hermano, a quien se le atribuye un rol aún más oscuro: habría sido quien seleccionó y ubicó al menor que disparó contra el senador. Además, de acuerdo con la Fiscalía, González Cruz estaba estacionado en un vehículo muy cerca del lugar del crimen y habría facilitado la fuga de los demás implicados tras el ataque.
Aunque las autoridades no han revelado todos los detalles de los móviles detrás del atentado, los indicios apuntan a una acción meticulosamente planeada y ejecutada por una estructura organizada. Que el dedo en el gatillo haya sido el de un adolescente lo vuelve todo más crudo. No solo por el horror de ver a un muchacho convertido en verdugo, sino por lo que eso dice de quienes lo empujaron a hacerlo. Alguien lo escogió, lo convenció, lo puso ahí. Sabían que su edad lo blindaba de ciertas penas, que el sistema lo miraría con algo de indulgencia. Lo usaron como carnada, como carne de cañón, como si su vida valiera menos, como si él no fuera también una víctima de una maquinaria que opera en las sombras, eligiendo a los más frágiles para hacer el trabajo sucio.
Mientras tanto, el país asiste con inquietud a cada nuevo parte médico. Miguel Uribe Turbay, una de las voces más firmes en la oposición, continúa batallando por su vida. La operación de este lunes es una más de las que ha debido enfrentar desde que fue víctima del ataque. Su entorno familiar ha mantenido el silencio, más allá de los breves mensajes que su esposa ha compartido por redes sociales, pidiendo fuerza, fe y oraciones.
Este caso, además de reavivar las discusiones sobre seguridad y participación política, plantea una inquietud más profunda: ¿quién está detrás? Aunque hay cuatro personas tras las rejas, la sensación general es que aún falta llegar al cerebro, al autor intelectual, a ese que no dispara, pero ordena. En una Colombia donde la política y la violencia muchas veces han marchado juntas, este atentado marca una nueva alerta sobre los riesgos de hacer oposición o incluso de aspirar al poder.
La Fiscalía asegura que la investigación sigue su curso y que no se descartan nuevas capturas en los próximos días. Mientras tanto, el Congreso permanece en pausa simbólica: sus colegas guardan un silencio espeso y algunos sectores políticos han alzado la voz para pedir que se refuerce la seguridad de todos los congresistas, especialmente en tiempos de campaña.
La salud del senador sigue siendo incierta. Pero su caso ya es símbolo de algo mayor: la fragilidad de la democracia cuando las balas intentan imponer su propia elección.
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