En un país donde reina el cinismo, Petro incomoda no por sus errores, sino por su coherencia: no traiciona su causa y eso irrita más que sus palabras
Por: Stella Ramirez G.
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
En tiempos de discursos huecos y principios negociables, el recuerdo de León Tolstói incómoda. No por nostalgia literaria, sino por el vértigo que provoca su coherencia. En un mundo que premia la apariencia y la simulación, ¿quién se atreve hoy a vivir como él?
Tolstói nació con todos los privilegios que ofrece el poder: nobleza, tierras, títulos, fama. Pero no se dejó seducir. Cuestionó los cimientos del imperio zarista, la violencia de los ejércitos, la hipocresía de la Iglesia, la comodidad de su clase, la propiedad como dogma. Todo lo que sostenía el orden social de su época le parecía una mentira aceptada por conveniencia o por miedo.
Y no se limitó a escribir. Se despojó. Se negó a heredar. Se alejó de la riqueza. Aró la tierra con sus manos. Enseñó a leer a campesinos. Renunció a la guerra como solución y abrazó la no violencia como camino.
Su literatura no fue un lujo de salón: fue una herramienta para despertar conciencias, una denuncia, una semilla.
Tolstói no buscaba tener razón. Buscaba verdad. Y la verdad, cuando se asume, tiene un costo. Fue excomulgado, censurado, espiado. Murió solo, en una estación de tren, huyendo del peso de una vida que ya no cabía en las paredes de su casa ni en el esquema de su época.
En Colombia, mientras muchos critican a Gustavo Petro —quien no ha tenido los privilegios que tuvo Tolstói, pero que tampoco se adapta a las formas del poder tradicional—, lo cierto es que incomoda a las élites por insistir en la lucha contra la desigualdad, por apostarle a la paz y no a la guerra. Aunque lo tilden de terco, a veces parece que lo que realmente molesta no es su «terquedad», sino su decisión de no traicionar su causa. En un país donde el cinismo se disfraza de gobernabilidad, la coherencia es vista como una amenaza.
La pregunta entonces no es si alguien escribe como Tolstói. Es más honda: ¿quién se atreve a vivir como él? ¿Quién renuncia al confort de la obediencia para caminar hacia la incómoda coherencia? ¿Quién elige sembrar en vez de escalar?
Quizás el problema no es la ausencia de un nuevo Tolstói. Tal vez es que ya no lo estamos buscando. O peor: que ya no nos atrevemos a mirarnos en ese espejo. Porque Tolstói no fue solo un escritor. Fue, y sigue siendo, una provocación. Un rebelde.
También le puede interesar:
-.
Anuncios.
Anuncios.
(function(d, s, id) {
var js, fjs = d.getElementsByTagName(s)[0];
if (d.getElementById(id)) return;
js = d.createElement(s); js.id = id;
js.src = «//connect.facebook.net/en_GB/all.js#xfbml=1»;
fjs.parentNode.insertBefore(js, fjs);
}(document, ‘script’, ‘facebook-jssdk’));
!function(f,b,e,v,n,t,s)
{if(f.fbq)return;n=f.fbq=function(){n.callMethod?
n.callMethod.apply(n,arguments):n.queue.push(arguments)};
if(!f._fbq)f._fbq=n;n.push=n;n.loaded=!0;n.version=’2.0′;
n.queue=[];t=b.createElement(e);t.async=!0;
t.src=v;s=b.getElementsByTagName(e)[0];
s.parentNode.insertBefore(t,s)}(window, document,’script’,
‘https://connect.facebook.net/en_US/fbevents.js’);
fbq(‘init’, ‘446647882874276’);
fbq(‘track’, ‘PageView’);