Cumple un año este lugar de encuentro entre libros, café y vino, al que escritores como Juan Gabriel Vásquez y Piedad Bonnet le han puesto todo su empeño
En 1988 la tradicional Librería Biblos era el lugar donde escritores, políticos y personajes de alta envergadura se encontraban sin ponerse cita, las tertulias que allí se formaban eran espontaneas. Por ese discreto salón ubicado en una esquina debajo del centro comercial Andino pasaron escritores como Álvaro Mutis quien cada vez que visitaba la fría Bogotá hizo de Biblos su centro de operaciones, una especia de oficina donde leía, se reunía con amistades y hacía las firmas de sus libros mientras Carlos Gaviria, María Mercedes Carranza, Laura Restrepo, Antonio Caballero y Enrique Santos Calderón pasaban cada semana por allí, visitas que terminaban en conversatorios, otras veces, en debates que se prologaban hasta pasada la media noche.
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Consuelo Gaitán tenía 27 años cuando abrió Biblos después de graduarse de Filosofía y Letras en la Universidad de Los Andes. La década de los 80, fue una época de despegue de la industria editorial en Colombia, fue en ese mismo año cuando en Corferias se hizo la primera Feria Internacional del Libro (FilBo) y, así fue como, Biblos despegó en medio de ese boom literaria. Pero la crisis económica de 1998, la peor recesión que ha vivido el país, sumada los intereses de un socio de Consuelo Gaitán que no tenía pasión por el negocio sino por el dinero, terminó con la emblemática liberaría que fue vendida. En 2012 cerró sus puertas definitivamente.

Con el latente recuerdo de Biblos y después de haber sido la Directora de la Librería Nacional y cabeza de la Red Nacional de Bibliotecas Públicas, con Mariana Garcés como Ministra de la cultura durante los ocho año del Gobierno de Juan Manuel Santos donde se construyeron 240 bibliotecas públicas, hasta 2019 cuando la nueva ministra Carmen Vásquez, nombrada por Iván Duque, le pidió la carta de renuncia a Consuelo Gaitán y a otros dos directivos del Museo Nacional y el Archivo General de la Nación en una barrida por el simple cambio de gobierno sin evaluar ni ninguna intención de darle continuidad a una gestión que había dado frutas.
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Después de su paso por Biblioteca Nacional, Consuelo Gaitán se propuso traer de vuelta la época de Biblos. En 2021 las ventas de libros se dispararon en Colombia, se abrieron seis librerías en Bogotá, uno de los legados que dejó tras su paso la pandemia. Bajo este precedente, Consuelo Gaitán se puso manos a la obra junto a su amiga, la arquitecta Carmen Patricia Hernández quien también estuvo en el Ministerio de Cultura y con quien Gaitán trabajó en la creación de las Bibliotecas Móviles en el Acuerdo de Paz que se llevaron a las regiones más aporreadas por la violencia donde desmovilizados de los paramilitares y guerrillas se reincorporaría a través de la lectura y siendo capacitados bibliotecarios. Por esas Bibliotecas Móviles pasaron el periodista Alfredo Molano y escritor vallenato Alonso Sánchez Baute como profesores.
Treinta años después William Ospina, Juan Gabriel Vásquez, Piedad Bonnet, Héctor Abad y Nicolás Montero también quisieron emular Biblos. Pero esta vez sería un espació más diverso, y no se remitiría a un encuentro entre grandes literatos o nombres relevantes del espectro cultural. La fórmula perfecta sería combinar un buen libro con un coctel; y es que las tertulia de Biblos siempre iban acompañadas alrededor de un buen trago, así se prueba en la literatura, las mejores plumas han tenido una debilidad por algún coctel. Esta sería la fórmula podría llegar a un público amplio alejándose de ese fantasma intelectual que se mantuvo sobre Biblos.
Una casa colonial ubicada en la esquina de la carrera 8 de la Quinta Camacho que hacía de bufete de abogados y en época electoral se alquilaba como centro de operaciones de los políticos fue la escogida para el primer Bar de Libros del país. El nombre elegido fue “Ficciones”, pues hay muchas cosas que solo se pueden decir a través de la ficción que no se consigue en ningún otro lugar.


Carmen Patricia Hernández aprovechó su trayectoria para adecuar el espacio al de una librería, teniendo en cuenta que esta casa de Quinta Camacho es patrimonio cultural de la nación y no todo se vale cuando de remodelación se trata. El editor Javier Beltrán trabajó con Consuelo Gaitán en la Biblioteca Nacional y es la mente creativa de Ficciones. Además de ser el Dj con una variada playlist en la que va desde jazz, hasta música clásica, las mismas pistas que se escuchaban en La Rencontra su proyecto con Santiago Rivas.
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La agenda de Ficciones tiene un amplio menú sobre la mesa, desde presentación de libros, recitales de piano, talleres de poesía, club de lectura, sesión musical noventera, taller de oráculos hasta shower de libros. Si, ahora la gente que se quiere casar o va a tener bebe, puede pedir únicamente libros de regalo y celebrar su shower en Ficciones.
La poesía, la consentida de Ficciones
Y es que Piedad Bonett es amiga de Consuelo Gaitán desde 1984 en un curso de historia de América Latina mientras Gaitán estudiada en Los Andes y era monitora y Bonete profesora. Piedad Bonett publicó “De círculo y ceniza” su primer libro de poesía cuando tenía 39 años. Fue en 1989, un año después de que Consuelo Gaitán abriera Biblos, y fue allí donde hizo las primeras tertulias alrededor de publicación.


Cuando en 2022 Consuelo le contó de lo que quería hacer en esa casa colonial ubicada en la Quinta Camacho, Piedad Bonet no lo pensó dos veces en apoyar su proyecto. Treinta años después sigue siendo una de las escritoras que más frecuenta esta librería. Ya tiene su propio coctel. Se llama verano y es un mezcal que lleva ginebra y sandia ahumada.
Mezclando autores con cocteles
Los cócteles en Ficciones también hacen honor a las novelas. El Reáspero es un mezcal con miel y naranja inspirado en las calles bogotanas de Candidatos Muertos, la primera novela de Juan Álvarez, esta también un vino blanco que salió de las páginas de Al diablo la maldita primavera de Alonso Sánchez Baute o Rio quemante, un poema líquido que revive a Andrea Cote, logrando así la mezcla ideal de una buena lectura con un momento de amena conversación entre amigos.
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