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Si el aeropuerto “internacional” de Santa Marta hubiera existido hace 500 años cuando la ciudad fue fundada, la trocha que conduce a este hubiera estado quizá en mejores condiciones.
Esto es de no creer: la ruta de ingreso al aeropuerto de la ciudad, que es uno de los más transitados por el gran flujo de turismo, tenía dos carriles, vueltos papilla eso sí, pero más o menos transitables en doble vía.
Para la conmemoración de los 500 años de la ciudad, los políticos que bien saben hacer política con ladrillos y cemento, se ufanan del mejoramiento de la vía de acceso (un par de kilómetros a lo sumo) como parte de un “colosal plan maestro de desarrollo local”, así que han armado una costosa obra que sigue teniendo exactamente los mismos dos carriles en doble vía, seguramente con algunos desagües más que antes, unos tramos de acera nueva y nada más que se observe a simple vista. De pronto, hay que decirlo o imaginarlo, debajo del asfalto haya grandes cosas o desarrollos más colosales, pero a simple vista nada más que pueda reconocerse.
La “megaobra” resulta como una especie de reparación con curas de farmacia
La “megaobra” resulta entonces como una especie de reparación con curas de farmacia, al punto de la hilaridad. A cualquier hora del día un carril está cerrado y se ven señales de que alguien ha estado trabajando en asfaltar el otro carril. Los taxis y vehículos que entran o salen al aeropuerto “para promover el gran turismo de la ciudad”, deben formar una larga fila mientras un hombre con un cartel de pare y siga, hace señales para la movilidad de un carril, al paso que el otro aguarda.
No se ve una maquina en movimiento o tan siquiera un obrero con un serrucho o una pala, así que uno llega a creer que la obra se hace sola, por arte de sortilegio para la celebración de los 500 años, en algún momento de la noche.
Lo que sí se ve, a montones, en los pedazos de acera, en medio de los tramos asfaltados, a dos kilómetros, a un kilómetro, a cien metros, en la larga fila de vehículos que esperan, son grandes, medianos y pequeños carteles azules en letra blanca que promocionan “Santa Marta 500 años. Alcalde: Carlos Pinedo Cuello”.
¿Pero acaso eso no está prohibido? ¿Hacerse publicidad o hacer una forma de publicidad de funcionarios en ejercicio?
Es de no creer. Están corriendo, supone uno para entregar la “megaobra” en pocos días cuando llegue la celebración el 29 de julio, la celebración o la conmemoración o el acto de memoria o lo que corresponda a 500 años, porque esto mismo dio para un sonoro debate, pero el ingreso al aeropuerto sigue en lo mismo, un trozo de vía que parce hacerse por seres invisible, por máquinas y herramientas invisibles, con trancones insólitos, aunque tutelada con el nombre del alcalde. Que todo el mundo sepa, que los turistas lean, que todos vean como se llama el alcalde y no lo olviden, para eso están montones de vallas y carteles con su nombre, supone uno.
Del mismo autor: Quién anda haciendo este caos
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