Migrar hoy es arriesgar la vida entre selvas y fronteras, para luego enfrentar el desprecio y la persecución en busca del sueño americano
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Las migraciones han sido parte integral en la evolución de la humanidad, quizás sea uno de los pocos vestigios prehistóricos que aún conservamos en la actualidad, pero que desafortunadamente el crecimiento poblacional, ha empujado a muchas personas en la búsqueda de mejorar o salvaguardar sus condiciones de vidas, enfrentando desafíos como las barreras imaginarias llamadas fronteras, y que algunos gobiernos, han criminalizado ese derecho de las especies vivientes, de moverse de un lugar a otro.
En los últimos años, hemos sido testigos de ese gran movimiento de humanos que se desplazan por todo el planeta en la búsqueda de oportunidades laborales, sociales y humanitarias, quienes se enfrentan en condiciones infrahumanas desafiando selvas impenetrables, cruzando ríos, atravesando desiertos, y otros que se lanzan al mar, como su única tabla de salvamento ante las diferentes amenazas que los acechan en sus países de orígenes. Muchas de esas personas que persiguiendo un sueño murieron de manera lenta y dolorosa, como queriendo dejar un mensaje escrito en sus propios cuerpos, con la pluma del sufrimiento en señal para quienes aún tienen el deseo de esa aventura, exhortándolos a gritos a que no lo hagan.
La elección de Donald Trump, como presidente de los Estados Unidos, quien llegó a ocupar la casa blanca con la promesa de expulsar a 11 millones de inmigrantes, tal vez en principio sus discursos eran aplaudidos por las mismas comunidades migrantes, algunos de ellos creían que habían resuelto su situación migratoria, pero sus pensamientos estaban muy lejos de coincidir con los del magnate y supremacista de Trump. Una vez posesionado el nuevo inquilino de la casa blanca comenzó a designar los zares que se encargarían de ejecutar la cacería de indocumentados, quienes se ganan la vida realizando trabajos, que los gringos no realizan, pero que contribuyen en gran medida al desarrollo económico del país del norte.
A Trump no es que se le olvide que, su país está compuesto por una gran mezcla de culturas de todas partes del mundo, al igual tanto el cómo su familia son inmigrantes, pero el supremacismo que reside en el alma de ese despreciable ser, es el que tiene en la disyuntiva de escoger, “entre la humillación y la necesidad” a millones de personas que migraron en la búsqueda del sueño americano, especialmente los latinos, quienes huyendo de la violencia y la falta de oportunidades en sus naciones, hoy están enfrentados al miedo de las deportaciones.
Muchos de ellos que tiemblan de pavor, ante las redadas que efectúan los agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas, por sus siglas (ICE), no solo huyen de los funcionarios de estas agencias, también sufren desesperadamente por las deudas que dejaron en sus países, ya que algunos hipotecaron sus bienes, dejaron sus empleos, vendieron lo poco que tenían solo con el objetivo de facturar en los Estados Unidos, y enviar los billetes verdes para sufragar las necesidades de sus familias.
Como un mantra todos afirman, “migrar no es fácil”, por un lado, tienes que enfrentarte a las condiciones de las selvas tropicales, de los ríos, de los desiertos, y sortear tu vida ante la presencia de los grupos armados quienes son los que controlan el tránsito en la inhóspita jungla, hasta las fronteras mexicanas, para llegar a los Estados Unidos.
De ahí continúan las barreras del idioma, pero lo que quizás más duele es la indiferencia y el desprecio de los norteamericanos, hacia los latinos, que en algunas oportunidades han salido a mostrar solidaridad ante las redadas del ICE, ya que si se expulsan los 11 millones de migrantes que prometió Trump en campaña, serán los mismos gringos que tendrán que realizar los trabajos agrícolas, la limpieza, y todos aquellos empleos que los habitantes del norte no realizan, por considerarse una especie superior. Es por ello, que la población de inmigrantes está ante una gran encrucijada, escoger entre la necesidad y la humillación a la que son sometidos en el país del Tío Sam.
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