Lo de Gustavo Petro no es paranoia, esquizofrenia ni trastornos delirantes cuando insiste una y otra vez en que lo han querido asesinar, que lo espían, que buscan derrocarlo o darle un golpe de Estado. No, es una estrategia calculada para victimizarse y fomentar una peligrosa confrontación entre los colombianos, acudiendo a la antigua táctica de incentivar la lucha de clases con el fin de obtener beneficios políticos.
Cada día se inventa una alucinación nueva, siempre coincidiendo con los escándalos de corrupción que surgen en su gobierno, que aparecen semanalmente, o cuando enfrenta problemas como la oscura financiación de su campaña o, más recientemente, la investigación del Consejo Nacional Electoral (CNE) por la presunta violación de los topes electorales.
Petro tiende a desviar la atención, rozando lo paranoico y delirante, atacando a jueces y fiscales que, por ejemplo, deben tomar decisiones sobre las confesiones de su hijo, Nicolás, a quién no crió, acerca del ingreso de dineros oscuros a la campaña. O la emprende contra periodistas que investigan sobre los actos de corrupción en su administración, o contra los magistrados del CNE que adelantan investigaciones a su campaña sobre la violación de topes electorales, no contra él. En fin, Petro desata su furia y acusa irresponsablemente a cualquiera, a través de su cuenta de X, que él maneja con mayor peligrosidad que un arma letal.
El jueves pasado, en uno de sus incendiarios discursos, repartió insultos a diestra y siniestra. Sin prueba alguna, afirmó nuevamente que existe un “plan para asesinarlo o sacarlo del poder en los próximos tres meses”. También atacó a Elon Musk, propietario de la red social X, al señalarlo de ser “proclive a los nazis” y que, en cualquier momento, “él cerrará mi cuenta”. Un favor que, en mi opinión, le haría a Colombia. Pero su irresponsabilidad fue más allá. Después de haber calificado a las periodistas en general como “muñecas de la mafia”, este mismo jueves soltó una diatriba aún más peligrosa: “…no matan al periodista arrodillado, no matan al periodista que solo repite como loro la ideología de los dueños del capital, que son sus patrones…”. Es decir, Petro se lamenta de que no asesinen a los periodistas que investigan y denuncian la corrupción, por ejemplo.
Además, sacó a relucir una nueva teoría sobre un supuesto “golpe de Estado”. Según él, lo destituirían en la Cámara para que el presidente del Congreso, asuma la presidencia de la República hasta 2026. “Mucho dinero está corriendo detrás”, afirmó, como suele hacerlo, sin presentar pruebas ni señalar responsables.
Que se sepa nadie está planeando darle un golpe de Estado a Petro, ni tampoco tumbarlo, así la mayoría de los colombianos, según las últimas encuestas, tengan una pésima imagen de él. Y si realmente tuviera pruebas de que lo quieren asesinar, ya las habría presentado; pero no lo ha hecho, luego no es cierto. Lo que sí es real es el “golpe de estadio”, como lo bautizó la periodista Salud Hernández, porque en cada partido de la Selección Colombia, cuando se despierta el más puro nacionalismo, retumba un unánime “fuera Petro” en las tribunas. Ese clamor no es más que la manifestación colectiva del rechazo a su desgobierno, a la corrupción, al derroche, al colapso del sistema de salud, a la grave situación de orden público, a la crisis económica, y a un largo etcétera.
*Expresidente del Congreso
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