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Es mi año de Ginecología y Obstetricia en pregrado. Rotación: maternidad. La materna se queja en una habitación, se toca la zona lumbar, se para, se sienta, respira de forma rítmica, trata de ser cadenciosa Ya está en dilatación completa, el bebé va a avanzar por el canal del parto. Clama por anestesia, la pasan a la sala de partos, la suben y acuestan en una camilla alta, abre las piernas, monta los pies en unos estribos, mientras, así, en esa posición, su pelvis está en horizontal. Es una camilla que queda a una altura cómoda para el personal de la salud.
No importan la comodidades de ella en su trabajo, que se llama incluso “trabajo de parto”. No mucho tampoco las condiciones y la eficiencia laboral. No pareciera que fuera ella la que está trabajando. Toda la mecánica, las fuerzas gravitacionales presionadas contra natura en la camilla, no importan. No se respetan las posiciones que favorecen la fisiología del parto natural. Grita en lo que yo llamo el orgasmo materno, un rayo que la divide para siempre en la vida: antes y después de parir. Una enfermera molesta con el ruido de sus gritos le espeta: “¿Por qué antes cuando abrió las piernas no lo pensó bien?”, “Ahora viene lo maluco, después del gusto viene el disgusto”.
La sala de partos no puede ser menos acogedora para cuidar a quién está trabajando duramente para dar a luz y mucho menos para quien recién llega. Bajísima temperatura, luz cielítica, blanca, incandescente, que por la posición de la madre inundará sus ojos todo el tiempo como en el Garaje Olimpo (lugar de tortura en Buenos Aires en los tiempos de la dictadura militar); gente extraña saliendo y entrando, hablando en voz alta sin acercarse a la madre a llamarla por su nombre, tomarle la mano, acariciarla, reconfortarla y reasegurarla; tampoco estará siempre acompañada por quien la quiere, quien la cuida. Un sistema sobrecargado, poca gente para atender donde la fila es larga y el número de maternas en un servicio puede alcanzar las treinta mujeres en un turno. Un brete para las vacas. ¡Siguiente!
Tampoco la cobertura en anestesia y analgesia incluida en el Plan Obligatorio de Salud en Colombia (POS) está garantizada, su uso se ve limitado en ocasiones por falta de acceso o disponibilidad del servicio de anestesiología y personas entrenadas para manejo no farmacológico del dolor en obstetricia. Varios estudios en Colombia lo demuestran. Si bien existen instituciones que prestan servicios de obstetricia del POS con altos indicadores de calidad en el servicio, parámetros de cuidado, respeto y mejores condiciones para el trabajo de parto todavía en muchas todavía campea la violencia obstétrica.
“La ley de Parto Digno, Respetado y Humanizado fue aprobada en Colombia, en el 2022. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha definido la violencia obstétrica como todas las situaciones de tratamiento irrespetuoso, abusivo, negligente o de negación de tratamiento antes, durante y después del parto. Esta violencia de género se caracteriza por deshumanizar, discriminar o causar un daño físico, psicológico o moral a la mujer, en centros de salud públicos y privados”. Jineth Bedoya Lima, periodista y editora de género en EL TIEMPO, reconocida activista contra la violencia contra las mujeres. (El maltrato del que nadie quiere hablar, EL TIEMPO, enero, 2014).
Para empeorar el panorama, en Medellín por ejemplo, varias instituciones que tenían servicio de maternidad han cerrado por razones ideológicas o económicas en los últimos 12 años. La Clínica Bolivariana, la Clínica del Rosario Sede Villa Hermosa, el Hospital San Vicente de Paul entre ellas. Las ideológicas se deben a objeciones de conciencia institucionales en clínicas religiosas respecto a la prestación del servicio de la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), obligatorio en nuestro país. Si se negaban a prestar el servicio eran sancionadas con multas altísimas. Prefirieron cerrar los servicios.
Las mujeres pagan los platos rotos en esas crisis institucionales: se reducen inmediatamente los indicadores de salud materno fetal y el parto digno, humanizado y respetado se va al garete
Otras, con pérdidas económicas porque los gastos de sus unidades de servicios obstétricos demandan más dinero del recibido, los costos para mantener los parámetros exigidos de habilitación son muy altos y el pago a las IPS por dichos servicios es muy bajo. No les alcanza. No tuvieron más opción: cerraron el servicio. Es así como una ciudad con más de 1.300 partos al mes en promedio tiene un déficit de 157 camas a noviembre del 2023 – Sandra Vélez, jefa del Departamento de Ginecología y Obstetricia del Hospital San Vicente de Paúl, El Armadillo, nov 2023-. Las que quedan activas no dan abasto, turnos de 12 horas en los que se entregan 30 pacientes por atender. Son las mujeres quienes pagan los platos rotos en esas crisis institucionales: se reducen inmediatamente los indicadores de salud materno fetal y el parto digno, humanizado y respetado se va al garete.
Entre los años 1990 y 2020 la proporción de nacimientos vía cesárea aumentó en Colombia del 25,7 % al 44,6n% dice un estudio publicado en la Revista Colombiana de Obstetricia y Ginecología en enero de 2023. Mayor crecimiento en IPS privadas que públicas. Mayor en pacientes de bajo riesgo obstétrico. Es decir intervenciones innecesarias. De mayor lucro y más rendimiento en tiempo y recurso invertido.
¿Suficientes razones para pensar por qué el parto es un evento político? ¿Cómo es que el parto de una madre y el nacimiento de un bebé, tan personal, tan íntimo, es político? Ya lo había dicho en la primera columna de esta serie sobre “Lo personal es político” en la vida de las mujeres: “su condición femenina es determinante. Su lugar, su identidad política, esa relación entre lo personal -lo privado- con los procesos y mecanismos de organización social están ligados inexorable e indefectiblemente a lo político – a lo público- y sus dinámicas del poder”.
Malos tratos; salas de parto sin consideración alguna con las necesidades maternas acomodadas para el personal de la salud; que la disminución del dolor en el parto no sea obligatoria – ahí sí se ve claramente la diferencia entre cobertura y calidad; que se pasen por el forro una ley que obliga a la humanización del parto fundamentada en el principio de la no discriminación y cierren servicios sin grandes cuestionamientos a los derechos que tenemos las mujeres a parir (o a no parir) en óptimas condiciones; o el aumento de procedimientos innecesarios con miras a incrementar el beneficio de las instituciones o el personal médico en detrimento del bienestar materno fetal. ¿Es un asunto político o no?
Si la sanción social, el desdén, el desprecio por la maternidad, la ausencia de priorización estatal, o la institucional pública y privada, no son demostración suficiente del lugar que ocupan las mujeres, su vida sexual y reproductiva, la poca importancia que tiene el embarazo, el parto y puerperio y la crianza en la vida de ellas y su progenie, entonces que nos cuenten otra historia, que la realidad arroje otros datos.
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