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2027. Es el año de iniciación de la guerra de Estados Unidos contra China, según viene de informó la semana pasada la almirante Lisa Franchetti, jefe de operaciones navales de la marina de guerra norteamericana. Hizo el anuncio durante la presentación a la Congreso de dicho país de Plan navegación 2024 que, según ella, tiene dos objetivos estratégicos: “estar preparado para la guerra con la República Popular China en 2027, y garantizar la superioridad a largo plazo de la Armada estadounidense”. La fecha del inicio de las hostilidades se fijado tomando claramente en cuenta el calendario de modernización de la Armada china para la guerra ese año. A principios de este siglo, China adoptó la política de aumentar y modernizar continuamente su marina de guerra y a la fecha ya ha logrado superar cuantitativamente a la de Estados Unidos: 370 barcos de combate, incluidos submarinos y portaviones, versus los 296 con los que cuenta los norteamericanos.
Pero esta superioridad cuantitativa no equivale a superioridad cualitativa, tal como reconocen expertos militares tanto de Occidente como de la propia China. China tiene 3 portaviones de motores convencionales versus los 11 de los Estados Unidos de propulsión nuclear y solo contará con dos más en 2030. Y la armada de la potencia del norte sobrepasa ampliamente a la china en tecnología electrónica, entrenamiento y experiencia de combate. Por lo que asiste toda la razón al analista militar español que, a propósito de elección del 2027 como fecha del mencionado desencadenamiento de hostilidades: “la fecha es claramente inadecuada para China, su marina de guerra, todavía no está en condiciones de enfrentar con posibilidades de éxito a la americana”. Otro dato: en 2027 todavía estarán en los dos nuevos portaviones chinos cuya entrega está prevista para 2030.
En resumen: la armada norteamericana tiene planeado desencadenar la guerra con China en un momento en el que ella no está suficientemente preparada para librarla en el mar. Y si no tiene ningún empacho en reconocerlo públicamente es porque hace ya un cuarto siglo la clase dirigente de la potencia del norte decidió que había que impedir por todos los medios a su alcance que China se convirtiera en una auténtica superpotencia. Hoy el fracaso de esta estrategia es más que evidente. China ya es una superpotencia económica, científica y tecnológica y Washington, en vez de aceptar este hecho y aceptar que la política de coexistencia pacífica propuesta por China es la única alternativa realista para hacerse cargo de un mundo que ya es de hecho multipolar, se empeña en desencadenar una nueva e infinitamente más devastadora guerra mundial. El general Charles Q. Brown, jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas norteamericanas, afirmó en julio: “Estoy plenamente seguro de que Estados Unidos ganará una guerra con China por Taiwán”.
La armada norteamericana tiene planeado desencadenar la guerra con China en un momento en el que ella no está suficientemente preparada para librarla en el mar
Hay que darse cuenta que estas noticias nos conciernen directamente. Somos un “socio” de la OTAN y la OTAN de hecho ya nos incluido en sus planes de guerra en el océano Pacífico. Recuerdo solo dos episodios importantes. El primero, la instalación en la isla de Gorgona de una base aéreo naval integrada al sistema defensivo norteamericano del Canal de Panamá. El segundo, UNITAS 24, los ejercicios navales realizados en septiembre en Chile, en la que nuestra marina participó junto con destacamentos de Corea del Sur, Alemania, Francia, Gran Bretaña e Italia. Que ciertamente forman parte del plan del Pentágono de involucrar activamente a los países europeos de la OTAN en la guerra con China. La elección del año 2027 para desencadenarla también está condicionada por el calendario de la guerra de Ucrania. Para esas fechas, Washington espera haber infringido a Rusia una derrota estratégica de tal magnitud que fuerce su capitulación y le impida respaldar a China en su guerra con Estados Unidos.
Estados Unidos quiere la guerra con China, pero Colombia no puede, no debe apoyarla, porque dicha guerra va en contra de nuestros intereses nacionales. En primer lugar, porque al cabo de más de medio siglo de “conflicto interno”, aún no completamente resuelto, lo que menos quiere el pueblo colombiano es salir de una guerra para meternos en otra. La bandera de la “Paz total”, enarbolada con tanta decisión por el presidente Petro, responde a los deseos más profundos de los colombianos y es de luego contradictoria con la decisión de involucrarse como combatiente en la guerra contra China. Pero los deseos de paz del pueblo colombiano no son los únicos que ha sabido interpretar Petro. También ha interpretado nuestra conciencia ecológica, con su lucha decidida por la descarbonización tanto de nuestra economía como de la del resto del mundo. Y cuadra muy mal con dicha noble c0nciencia la participación en una guerra como la que Estados Unidos quiere librar con China. La guerra- y más si es una guerra de la magnitud planetaria que planean libra con China- es siempre una incalculable catástrofe medio ambiental. En tercer lugar, el objetivo último de la guerra de Washington contra China es la de asegurar y perpetuar su hegemonía mundial, liquidando a la única potencia en capacidad actualmente de desafiarla. Algo que tampoco le conviene a Colombia porque pretende perpetuar la situación en la que Washington, al carecer de verdaderos competidores de su mismo rango, pudo imponernos tratados de “libre” comercio, onerosos, leoninos. Tratados que estamos en mora de revisar para hacerlos más equilibrados, más congruentes con nuestras necesidades de desarrollo respetuoso de la naturaleza y con justicia social. Es seguro tendremos mejores posibilidades de proceder a tales revisiones si Washington acepta finalmente que es, uno entre iguales y no el hegemón que impone al mundo entero su voluntad y sus normas, sin demasiada consideración por los legítimos intereses de los demás.
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