Petro busca bajarle la mano dura al presidente José Mulino, quien, con vuelos exprés puestos por los gringos, está deportando a quienes llegan a Panamá ilegalmente
La migración es, con las guerras, el tema más sensible de esta segunda década del siglo XXI. Los migrantes del Tapón del Darién, paso fronterizo entre Colombia Panamá, ahora se cuentan en cientos de miles y han llegado hasta la 79 Asamblea de las Naciones Unidas en Nueva York. Han juntado a dos de los tres protagonistas: el presidente Gustavo Petro de Colombia y José Raúl Mulino de Panamá. La tercera pata del trípode es la de Joe Biden de Estados Unidos, o quien sea su sucesor.
Las posturas no parecen coincidentes, pero el diálogo está abierto. La estrategia de Petro es la creación de una ruta unificada para el paso de colombianos y de originarios de países como Venezuela que presenta la más alta tasa de migración a EE. UU. Sería una sola ruta legal, tranquila, eficaz y controlada por ambos gobiernos, con estímulos para que quienes quieran pasar lo hagan y no queden en manos de las mafias.
También tiene planeado implementar programas especiales para los venezolanos que intentan migrar, creando programas especiales para evitar el éxodo hacia Estados Unidos, dado que es la nacionalidad que más inconvenientes presenta para ser aceptado allí.
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El presidente Mulino ha intentado hasta ahora una postura de mano dura. Se posesionó el 1 de julio, y ha firmado un acuerdo con Washington que incluye vuelos destinados tanto a migrantes deportados como a repatriados voluntariamente. En su campaña presidencial incluyó la promesa de «cerrar» el Tapón del Darién. ”Panamá no será más un país de tránsito para los ilegales», aseguró en su investidura.
Biden se comprometió a «cubrir el gasto» de la repatriación de migrantes que entraran irregularmente a Panamá por el Darién. Y a destinar US$6 millones para ayudar a Panamá a financiar equipos, transporte y logística para «expulsar a los extranjeros que no tienen una base legal para permanecer» en ese país.
Varios Gobiernos del continente han intentado frenar el río de personas que después de pasar el Darién, prosigue por Centroamérica y México antes de llegar a la frontera con Estados Unidos. Por esa razón lo que busca el acuerdo con Panamá es reducir el número de quienes buscan llegar deteniéndolos más al sur.
Panamá está coordinando acuerdos diplomáticos» con países como «Ecuador, India y otras naciones», para regresar a ciudadanos de esos países que entren de manera irregular al territorio panameño a través del Darién, tanto los que tengan antecedentes penales.
¿Servirá la estrategia Mulino-Biden?
El flujo migratorio por el Darién se ha convertido en un problema grande. Esa extensión de selva que se extiende entre Colombia y Panamá, es un taponamiento natural para quienes se dirigen de América del Sur a América del Norte. Se estima que en 2023 unas 520.000 personas realizaron el peligroso viaje a pie, muchas de ellas tuvieron que pagar a bandas organizadas que se aprovechan de quienes emprenden la travesía que en ocasiones es mortal.
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¿Servirá esta medida para reducir la migración irregular? ¿La estrategia atenta contra los derechos de los migrantes? La mayoría de quienes atraviesan el Darién son venezolanos, seguidos por colombianos, ecuatorianos y haitianos, según autoridades panameñas. La situación calificada por el mismo presidente Mulino es “triste”. Un cuadro sobrecogedor con familias destrozadas y pequeños sin nombre cuyos padres murieron en la travesía.
En primera instancia los vuelos llegarían a Colombia por ser el país desde donde entraron a Panamá. Aun no se sabe si hay planes para repatriarlos a sus países de origen. Lo que sí se conoce es que se elimina cualquier posibilidad futura para entrar regularmente a quienes han cruzado el Darién.
Trump y Harris cazan votos con mano dura contra los migrantes
La situación es muy sensible en coyuntura preelectoral de Estados Unidos. La migración sigue siendo uno de los temas más controversiales para los candidatos Donald Trump y Kamala Harris. Uno de los dos tendrá en sus manos poner en marcha la política migratoria de su país.
En el primero y hasta ahora único debate entre los aspirantes, Trump continuó definiendo a la comunidad migrante como un enemigo para Estados Unidos y culpando a Harris, por el incremento de los cruces migratorios al país. A quienes entran irregularmente al país los llamó «criminales» y «prófugos de instituciones mentales», como ha dicho en gran parte de su campaña. Y aventuró una increíble teoría sobre los inmigrantes haitianos que se “comen las mascotas”.
Harris se limitó a culpar a los republicanos y, especialmente, a Trump, por haber rechazado una legislación que habría reforzado los cuerpos de seguridad en la frontera con México, y construir vías alternas para obtener la legalización de la estancia de aquellos que buscan refugio en el país. No más.
Pero la coyuntura ha endurecido posiciones. Trump habló de deportaciones masivas y los republicanos creen haber encontrado el Talón de Aquiles de Harris en el flujo migratorio. Han actuado en consecuencia. Kamala ha contratacado con la promesa de aumentar la seguridad fronteriza contratando miles de agentes fronterizos más y tomar medidas enérgicas contra el fentanilo y el tráfico de seres humanos.
Hace unas semanas en Arizona habló de una “reforma integral” que, según observadores, ningún otro candidato demócrata había adoptado una postura tan inflexible en materia de seguridad fronteriza desde Bill Clinton. La postura responde no solo a la intensificación de la antinmigración de los republicanos sino de los demócratas y votantes latinos que han manifestado su apoyo a la mano dura contra la inmigración.
Durante el actual gobierno los cruces fronterizos se dispararon, aunque últimamente disminuyeron de manera drástica desde que entró en vigor una orden ejecutiva de Biden destinada a restringir el acceso a la frontera. A 42 días de elecciones, un paso selvático muchos kilómetros al sur del río Grande, puede ser clave a la hora de escoger al presidente de la nación más poderosa del mundo.
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