El mundo pone sus ojos en Colombia. El lunes 21 de octubre empieza la Conferencia de la Partes (COP) para discutir el futuro del planeta en términos de biodiversidad, de emergencia climática, de conservación de especies (fauna y flora), de cómo asegurar la participación justa y equitativa de los beneficios resultantes de las investigaciones con la naturaleza, en pocas palabras… de cómo remediar, atenuar o curar la débil salud del planeta.
El Ministerio de Cultura es uno de los responsables del éxito del evento. Por eso, del 21 de octubre al 1 de noviembre habrá más de 280 actividades entre exposiciones, foros, charlas, obras de teatro, conciertos, actividades itinerantes, encuentros artísticos, tecnológicos y comunitarios.
Más allá de la Zona Azul, en la que se encontrarán durante dos semanas las autoridades mundiales para hablar sobre el tema (los que toman las decisiones), la Zona Verde (en el Bulevar del Río pero diseminada también por toda la ciudad, incluyendo el distrito de Aguablanca) es la COP hecha por la gente, para la gente. Y es allí donde está la apuesta del ministerio liderado por Juan David Correa.
En entrevista exclusiva para Las2orillas, Correa explica por qué la cultura es hoy la gran oportunidad de desarrollo, cuáles son las paradojas que Colombia debe superar al ser bendecido como el segundo país más megadiverso del planeta y dónde estaría la respuesta frente al cambio climático. Estas son sus reveladores respuestas.
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—La organización la WWF publicó recientemente la primera encuesta de percepción sobre biodiversidad en Colombia. Uno de los datos más reveladores es que la mayoría de la gente no sabe qué es lo que va a pasar en Cali. No sabe que inclusive hay tratados que regulan un poco esto de la biodiversidad. ¿En qué medida esta programación cultural ayuda a clarificar el sentido de la COP16?
—Yo creo que la cultura hoy es la gran oportunidad para vencer ese abismo que estás señalando. Si aquí no hay comunicación y cultura activa, ambiciosa, audaz y real, la emergencia climática que estamos viviendo y la amenaza sobre la biodiversidad… la gente no va a ser capaz de introyectarlas, de comprenderlas. La gente cree que es un cuento que el agua de los océanos está subiendo, que hay calentamiento y realmente la gente se está muriendo cada verano en los lugares del norte. La gente cree que es un cuento que hay ríos voladores, que eso es una locura, «que dijeron por ahí…», no. Eso es una realidad.
Esto lo que nos muestra es que, desde hace 30 años con el proyecto neoliberal, lo que se hizo fue alejar a la gente de la posibilidad de entender lo cultural, no como las prácticas artísticas, sino como aquello en lo que vivimos. Entonces, a la gente al alejarla de eso, le convirtieron por un lado la naturaleza, por el otro lado la cultura, en dos entelequias separadas. ¿Qué estamos diciendo nosotros hoy, y por qué hicimos esta programación tan ambiciosa? Porque tenemos que volver a pensar en términos bioculturales.
Entonces, para hablar de nuestros ríos como cultura, de nuestra gastronomía como cultura, de los desafíos que tenemos desde la cultura, hemos hecho una enorme programación que de alguna manera piensa en temas artísticos, pero también contiene temas de fondo, de discusión. ¿Cómo? Por ejemplo: vamos a hacer un foro megadiverso con expertos y sabedores de África, de Asia, de Norteamérica, de Colombia, para que se discutan temas sobre, por ejemplo, por qué las lenguas son importantes en el cuidado de las culturas.
Si no cuidamos las lenguas de los pueblos étnicos colombianos, van a desaparecer muchas y vamos a perder culturas que entienden del cuidado de la naturaleza, no porque la naturaleza hoy sea una entelequia absolutamente romantizada… al revés: porque en medio de la peor guerra, de la violencia, el extractivismo, la cocaína, la minería ilegal, la tala de árboles, esas culturas han sobrevivido.
Si eso ha ocurrido, ¡eso significa que algo nos tienen que enseñar! Es decir, esas comunidades cómo han hecho. Y la gente sigue creyendo que eso es carreta, que es una vaina hippie… no, eso no es una vaina hippie, es real. Entonces la cultura en ese sentido —por eso este año hemos hecho el esfuerzo con La vorágine, de volver a contar lo que pasó hace 100 años con el caucho— es decirle a la gente: oiga, esto no son historias, esto son cosas verdaderas que están pasando.
Alrededor, por supuesto, no solamente vamos a hacer alertas, no solamente vamos a hacer exposiciones que denuncien, sino exposiciones que muestran la belleza. ¿Cuáles? Vamos a hacer una exposición sobre la Sierra Nevada, que es magnífica, llamada Los santos bajan, la sierra sube. Una exposición titulada El árbol que devoró el mundo, que es sobre La vorágine. Otra una exposición sobre Chiribiquete en la Biblioteca Departamental del Valle, que se llama El jaguar y la mariposa. Otra sobre cómo el arte contemporáneo ha interpelado el tema del extractivismo y la violencia contra la naturaleza, que se llama Oh, naturaleza inmarcesible. Y así sucesivamente.
Entonces, vamos a intentar tejer Cali, alrededor de la Zona Verde que queda en el centro de la ciudad, desde la Ermita, por todo el Bulevar del Río, hasta el museo La Tertulia, [el centro] Lugar a dudas, la Biblioteca Departamental del Valle, el distrito de Aguablanca, la ladera, el estadio Pascual Guerrero… para armar un tejido en donde el ciudadano se pueda abandonar a oír cosas interesantes, a asistir a discusiones trascendentales, a sentarse con movimientos sociales… Vamos a tener una maloca en la Zona Verde, donde van a llegar los pueblos indígenas a conversar ahí, foros sobre infraestructuras culturales. ¿Por qué infraestructuras culturales? Porque estamos planteando que no podemos seguir construyendo infraestructura con la lógica de Bogotá para el Amazonas, para La Guajira, con materiales prefabricados. Basta. Hay que ir a construir con la gente.
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La gente sabe construir, sabe cómo usar la madera, sabe cómo usar la palma, la cañaflecha. Hay que volver a eso. ¿Por qué dijimos en algún momento que la gente no sabía? ¿Qué fue lo que nos pasó para considerar que solo unos sabían y esos tenían que decidir desde aquí cómo se hacía todo? Eso es una locura en un país megadiverso como el nuestro. Entonces, de eso es que se trata relacionar o más bien poner en el centro el tema cultural porque creemos y estamos convencidos de ello, de que el verdadero cambio que tiene que enfrentar la sociedad hoy frente al cambio climático y frente a la emergencia climática es un cambio cultural.
Primero, de conocimiento, de apropiarse de los conocimientos que no se tienen. Entonces si la mayoría de la gente no sabe qué sucederá en Cali a partir de hoy habría que decir: La COP es la Conferencia de las partes, es una reunión que a partir de la Conferencia de la Tierra de Río de Janeiro en 1992, se decidió hacer entre todos los países miembros de la ONU para discutir temas y políticas que tienen que ver con la emergencia climática, por un lado, que son las COP del clima, y con diversidad, que son las COP de la biodiversidad.
La mayoría de esas promesas no se han cumplido. ¿Por qué? Porque los países del norte global vienen y nunca cumplen los protocolos que se firman. Entonces, cada día que pasa, el daño que se le está haciendo a la atmósfera con el gas carbónico, la sequía que estamos produciendo en los ríos, el calentamiento evidente y real —en Phoenix (Arizona) cada verano no dicen “¿será que va a morir gente?” sino “¿cuánta gente va a morir?”—. Y así sucesivamente, entonces el mundo tiene que ser capaz de entender a través de la cultura, de los símbolos, de los pueblos, de la comida, del arte, que esta es una realidad que tenemos que enfrentar juntos.
Es por eso que hemos hecho esto de manera ambiciosa, para decirle a la gente: mire toda esta diversidad, mire el mundo que usted tiene y relaciónese con él. La cultura no es una cosa solamente de un museo, una librería y tres señores muy inteligentes hablando. La cultura tiene que ver con usted y la cultura tiene que ver con el cuidado.
¿Quién lo dice? Lo dicen los vicheros. ¿Cuál es la cultura del vichero? La cultura del vichero es entender que una vida ancestral tiene que ver con todo su ecosistema. ¿Por qué? Porque sabe dónde crece la caña, cómo la corta, porque el río tiene que estar sano para que eso tenga agua, porque el río tiene que estar sano para que mientras corta la caña, va a pescar; porque al lado de la caña hay unas especies de maderas que le sirven para hacer sus instrumentos. Y así sucesivamente, se relaciona el territorio con lo cultural, que es nuestra lengua, que son nuestros símbolos, nuestras creencias, que son nuestras formas de relación. Ese es el sentido que le está dando el Ministerio, no solo a la programación, sino a su quehacer político en esta gestión que yo estoy llevando a cabo, y que coincide por supuesto con el programa de gobierno del presidente Petro.
—En ese sentido, para aterrizar un poco esa apuesta del Ministerio, hablemos de los denominados distritos temáticos, que son siete y que estarán dispuestos para el público en la Zona Verde de la COP. ¿Cuál es su atractivo?, ¿por qué hay que visitarlos?
En parte para decirle a la gente ‘de esto es que se trata’, esto es verdad, entonces van a venir indígenas diciendo: “mire lo que está pasando en la sierra, se está derritiendo…”. De nuevo, porque esto no es un cuento chino. Si un ciudadano pasa por ahí y ve esto, dice: ¡esto es verdad!, hay gente que está testimoniando esto, no son los señores del noticiero que nadie oye diciendo cosas muy importantes que a la gente no le importan.
Pero cuando la gente ve que son semejantes quienes lo están diciendo, pues eso es tremendamente importante. Entonces con los distritos nosotros no quisimos concentrarnos solo un lugar de la ciudad sino invitar a esos visitantes a que conozcan Cali ¿dónde está Cali?: también en Aguablanca. Allá vamos a hacer una COP con la gente, vamos a instalar tarimas, stands, programación artística, para que “obliguemos” a la ciudad a transitar a dialogar, a conversar, a vencer los miedos… si no hacemos eso, si no hacemos la paz con la naturaleza, no vamos a hacer la paz con nosotros mismos que somos parte de la naturaleza.
El distrito tendrá programación, la ladera tendrá programación, los cristales, el Pascual Guerrero tendrá programación, y los sitios que te he dicho: Biblioteca Departamental del Valle, museo La Tertulia, [Centro] Lugar a dudas, Teatro Municipal, Teatro Jorge Isaacs, y todos los sitios distintos que tendremos en la Zona Verde, que van desde la maloca que te dije, hasta la Carpa YAWA, que es una carpa interactiva, que hizo un videógrafo, un ingeniero muy pilo colombiano que se llama Leo Vilar. Sabiendo lo que podrán ver los visitantes entonces es algo que nos va a emocionar a todos. Es algo ante lo que tú dices: esta es nuestra vida, esto no es que esté lejos. Esto no está por allá perdido. Esto tiene que ver con nosotros, entonces vamos a cuidarlo. Es una invitación desde la cultura. Por eso queremos sea una COP, desde la gente, con la gente y para la gente.
—Hablemos de la apuesta del ministerio de las Culturas en las comunas de Cali para esta COP…
Esta programación cultural ha sido una construida con ellos de una manera muy participativa y colaborativa, hemos hecho presencia durante todo el año trabajando con los jóvenes, las mujeres, los vicheros, los afro, las comunidades negras, la gente de Cali la ha construido… tanto que dentro del concierto ‘Paz con la Naturaleza’ del 26 de octubre, uno de los actos es el Cacerolazo Sinfónico que es este parche, este combo de jóvenes que nació del estallido social. Porque mucha gente el estallido está trabajando con nosotros en Cali. ¿Porque en Aguablanca? Porque ellos nos dijeron: “nosotros queremos que la gente venga acá”, ¿Por qué nuestro medio de comunicación aliado es oriente estéreo en Cali? Porque es la emisora comunitaria del distrito. Entonces empezamos también a entregar poder a otras personas que tradicionalmente no lo han tenido y empezamos a reconocer, no la idea de que somos populistas, sino la idea que podemos compartir, de que puede haber democracia, de que una ciudad se merece la diversidad de ocupación del espacio, no solo aquí en el Parque del Norte, sino que haya el Teatro del Ensueño, que haya en Kennedy, que haya en Bosa, lo mismo queremos hacer con Cali, pues que es más reducida y nos facilita un poco las cosas y por eso la participación popular es tan importante y por eso tiene un lugar protagónico para el Ministerio.
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Devolverles el poder de invitación de ser un protagonista, de que las comunidades, desde las Sierra Nevada, desde Palenque, desde el Amazonas sean invitados y sean protagonistas, porque nos va a mirar el mundo. El mundo está pendiente de nosotros, a veces uno dice ‘¿por qué no nos lo creemos?’, ‘¿por qué a veces hemos crecido con tanta inseguridad y tanta desconfianza?’, ‘¿quién nos metió eso en el corazón, por qué nos sentimos a veces como más chiquitos como cuando viene un extranjero…?’ cuando tenemos el segundo país más biodiverso del mundo.
¿Por qué nosotros no nos sentimos una potencia si tenemos dos océanos, tenemos geografías diversas que van desde la sierra hasta el desierto, desde el desierto a la selva, de la selva a los litorales, y de los litorales a las cordilleras?
—Y la mitad de los páramos del planeta…
Exacto, entonces ¿qué es lo que tiene que surtir para que nos lo creamos? Un cambio cultural que incluso esté dentro de las familias. No solo en la educación, porque le quieren echar toda la culpa a la educación. Pero si un papá no habla de estas cosas con su hijo, cuando es un bebé, cuando es un niño, cuando uno le muestra y le dice, mire, puede que nosotros no tengamos el Louvre, pero tenemos catedrales que se llaman Chiribiquete, tenemos monumentos que se llaman cordilleras, tenemos ríos que son los más grandes del mundo. Esto es fabuloso, pero no nos dicen eso. A los niños colombianos no les dicen eso y lo saben muchos que son los que crecen en los territorios excluidos, que entienden la dimensión de lo que es vivir en un territorio biocultural, evidentemente muchos de ellos en territorios atravesados por esta guerra tan brutal.
—Justamente, hablando de territorios que se fortalecen en medio de la guerra… Puerto Resistencia. Tengo entendido que los jóvenes de allí quieren que el monumento sea nombrado como patrimonio. ¿Hay algún plan por parte del MinCulturas para que eso ocurra en el marco de la COP?
Estamos adelantando el proceso, discutiendo con ellos desde la dirección del Patrimonio, ya tenemos un expediente muy adelantado, hay un tema con la Alcaldía sobre el espacio público, es lo que tenemos que discutir con la Alcaldía para que considere que ese espacio público es un espacio monumental.
Que es un monumento popular es incontestable, pues es la expresión que es lo que es el patrimonio. No es que se lo inventaron en el estallido, es que es la expresión de una ocupación de unos territorios que desde los años 60 empezaron a autoconstruir poblaciones desplazadas, campesinas, que llegaron a Cali masivamente a finales de los años 60 y comienzos de los 70 y fundaron barrios como la República de Israel, en donde empezaron a crecer comunidades organizadas y Juntas de Acción Comunal. Ahí hay una cultura popular, una cultura que aprendió a construir, que aprendió a organizarse en el territorio. Eso es cultura.
Si no reconocemos esa cultura y no le decimos que ellos tienen derecho a tener un monumento, entonces solo vamos a reconocer unos tipos de cultura y contra eso es que este Gobierno y este ministerio se rebela. No se rebela para gritarle y agredir a nadie, sino para no estar de acuerdo en que solo una parte de la sociedad tenga derecho a tener sus monumentos, a que solo una parte de la sociedad tenga derecho a tomar sus decisiones y los demás estén por fuera de esas decisiones. No queremos que eso suceda más. ¿Por qué los acueductos comunitarios no son monumentos? Por qué no son patrimonio cultural, aquí hay acueductos que cuando la acción del Estado no llegó, aprendió a construir. Eso es patrimonio, no es por lo bonito o lo feo.
Hay que reconocer la ingeniería cultural de nuestra gente en los barrios populares. Eso es cultura. Tenemos que dejar de sentir pena por eso. No más esta falta de orgullo por lo que somos. Esta idea de que no somos mucho; de que esto es, como dicen por ahí en las redes ciertas personas, “un platanal”, es lo que nos metieron culturalmente. Y nos lo creímos. Basta. Nos tenemos que resistir a eso.
¿Por qué vienen ingleses al Amazonas desde hace 200 años, franceses, holandeses, de todo el mundo? ¿Porque esto es muy feo? Basta. Esa gente sabe, siempre ha sabido, ¿Por qué vino Humboldt aquí? ¿Porque era muy feo?
Aquí hay unas culturas muy poderosas, aquí hay una historia muy poderosa y eso es lo que tenemos que reivindicar. No importa, insisto, en que sigamos creyéndonos el cuento de que nuestro país es simplemente un caos y está condenado a la desesperanza. Ese es un discurso de ciertos grupos a los que les interesa que ese relato triunfe.
Es obvio que hemos atravesado violencias muy brutales, pero eso es producto no solamente de unas guerras que se inventaron entre los hombres, sino de un sistema que como el capitalismo ha apretado y estresado al mundo hasta llevarlo a que estos conflictos se vuelvan conflictos transnacionales por los recursos naturales como la cocaína, como el petróleo, como el oro, como el carbón. Son recursos naturales, y causan los estragos que causan, no los recursos naturales, sino la ambición del gran capital que ha querido actuar sobre lo fósil, estresando este planeta hasta convertirlo en un abismo que estamos enfrentando. Esa es la oportunidad que tenemos ni más ni menos. Es un desafío global.
Aquí no nos lo creemos y es verdad: El mundo va a venir. Va a venir el secretario general de la ONU. Van a venir medios de todo el mundo. Van a venir no sé cuántos presidentes, no sé cuántos ministros. El mundo entero se va a desplazar aquí y nosotros creemos que eso no es importante.
Imagínate este país como destino del mundo en su turismo cultural, es que aquí tú puedes ir de un lugar a otro a cosas muy distintas y muy diversas. Imagínate 70 idiomas, ¿tú dónde oyes eso? Vas aquí a La Guajira y hay un idioma, te bajas del avión y hay un idioma que está hablando la gente, vas a Santa Marta y hay señores hablando otro idioma. Y así sucesivamente. ¿Crees que eso es poco? Es una vaina muy potente. O vas a Boyacá y tienes una cultura campesina, agricultora, con unos usos y unas costumbres absolutamente fabulosas. Entonces tú dices, ¿pero por qué todo esto no lo usamos para nosotros y no lo convertimos de alguna manera en esa gran oportunidad para que de verdad no vivamos otros cien años de soledad como se ha creído.
—Para Juan David Correa ¿qué es hacer la paz con la naturaleza?
—Mire, no va a haber paz en Colombia hasta que dejemos de pensar que la paz es un punto de llegada y una mesa de negociaciones. La paz es una construcción cotidiana, diaria, de todos nosotros como una especie más que habita este planeta. Hacer la paz con la naturaleza es considerar hacer la paz con las otras especies.
Ahí hay debates de fondo muy complejos que nos ponen grandes contradicciones; el consumo animal: cómo vamos a hacer la paz con la naturaleza si seguimos…, pero tampoco nos podemos volver vegetarianos del todo porque las hambrunas…, en fin. Hay unos temas que son de una complejidad muy grande, que han sido estudiados, discutidos y para los cuales yo creo que hay alternativas. ¿Cuáles alternativas hay? Apelar una vez más a la soberanía alimentaria.
¿Qué es la soberanía alimentaria? Pues considerar que eso que producimos en nuestra tierra, en nuestro pueblo, puede ser nuestra manera de alimentarnos y no tiene que haber esta suerte de fábricas de la muerte de animales y otras cosas que estamos viviendo. Hacer la paz con la naturaleza tiene contradicciones, la huella de carbono ¿entonces tenemos que dejar de movernos?, ¿cómo nos vamos a dejar de mover? ¿Nos vamos a mover realmente hacia una descarbonización?, ¿y la economía qué?
Estos son los temas que hay que debatir. No siempre la política, al considerar que sus intereses pasan una y otra vez por el consumo, la ambición y el poder, tiene buenas respuestas para esto. Mientras la política llega —que no siempre llega a tiempo— yo creo que las sociedades, entonces las culturas, tenemos que organizamos, insisto, para hacer revoluciones pacíficas para concientizados de que nosotros como colombianos podemos hacer la paz con la naturaleza, cuidándonos y cuidándola.
¿Qué quiere decir eso? Que el agua de esta ciudad se puede acabar en marzo. Tenemos que aprender de verdad que eso es cierto, que el agua que sale por el grifo no es eterna. Qué vamos a hacer para contarle a la gente de una manera más pedagógica y ser menos pedantes de creer que sólo los que estudian 10 años de estos temas y han leído 50 libros son los únicos que tienen derecho a poder decir o discutir esto…
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Yo creo que dándole herramientas a nuestros niños, a nuestros jóvenes, a la gente del país para decirle que esto que está ocurriendo es verdad —muchos ya lo saben: las comunidades en los territorios saben lo que está pasando—. Entonces la paz con la naturaleza es primero una paz intercultural, una paz que considere que Colombia no es un país de una sola cultura, es un país de muchas culturas que están reconocidas constitucionalmente, que tendrían que tener los mismos derechos culturales y epistémicos, que no tienen que vivir en la injusticia eterna porque eso está produciendo guerra. Esa es la paz con la naturaleza: considerar que podemos construir un nuevo relato de nación en donde eso que es belleza, que es virtud, que es naturaleza y que es lo mejor de nosotros mismos como culturas, lo podemos poner en acción.
¿Quién cambia eso? La sociedad misma. Si no hay una sociedad con ganas de hacer esto, ningún político va a llegar. Entonces uno sí ve que aún a pesar de lo peor y de la guerra y de lo brutal que ha pasado, todavía hay organización social. En las ciudades, salvo en lo popular, tú lo que encuentras es fragmentación, individualismo, consumo y soledad. Y así es muy difícil construir. A nosotros se nos critica: “¿y por qué el ministerio está hablando tanto de hacer procesos comunitarios?” Porque tenemos que apelar a eso de nuevo. No es que estemos contra el artista solitario ni contra el escritor, pero muchos han tenido ya oportunidades, han accedido a cosas, ¿porque no le damos acceso a esos otros que están organizados comunitariamente, que saben trabajar juntos?
Aquí tenemos que tener más curiosidad, tenemos que volver a los territorios, tenemos que visitar nuestro país, tenemos que formarnos, pues a este país le quitaron la Historia en los colegios, no nos formaron en Geografía; la ignorancia que tenemos sobre este país es una condena, hay que vencer eso, porque va a llegar la inteligencia artificial, va a coger todos nuestros datos y va a coger todas nuestras fortalezas y otra vez más nos vamos a quedar mirando todos como ¡¿qué pasó?!
—Perdidos en el tiempo y en el espacio.
—Exacto. Entonces el problema de Colombia es también cultural. Atiéndanlo, conozcan los territorios culturalmente. Si no los conocen, no los van a transformar. Si no saben qué es la cultura anfibia, si no conocen cómo se maneja el agua culturalmente en La Guajira, si no saben cómo se maneja el tema de la pesca en el Litoral Pacífico, si no conocen cómo es el problema como lo cuenta Juan José Hoyos en El oro y la sangre en la minería del Urabá, en Chocó… no es un problema solo de la ambición, es un problema cultural, el problema del oro es un problema cultural: del colonialismo que quedó ahí, inserto. ¿Cómo vamos a desmontar ese problema cultural? Alguien podría decir: «¿es posible culturalmente?»
Yo te pongo un ejemplo: el pequeño artesano en Barbacoas (Nariño) que coge oro artesanalmente para vender la pepita, para que la vendan en Antioquia, podría tener un destino que tuvieron sus abuelos, ¿y cuál era?, ¿qué hacían con el oro hace 100 años en esos territorios alejados? Pues hacían orfebrería y había magníficos joyeros que iban a las joyerías del Caribe colombiano porque eran excelentes artesanos… si tú le devuelves ese saber al territorio y dices: «oiga, ¿por qué no hacemos una Escuela Taller asociada a los oficios del oro?, de lo que usted sabe hacer como sus abuelos, de lo que usted sabe hacer con el oro, la filigrana, ¡imagínate tú lo que ganas! Ganas todo: ganas darle un destino a la gente.
Esa es la paz con la naturaleza: creer que somos capaces.
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