Su papá los sacó adelante y el uribismo febril lo acercó a María Fernanda Cabal quien lo empujó hasta el Congreso donde no ha dejado de dar de qué hablar
La vida para los Polo Polo cambió por completo en el año 2000 en Tolú. Don José de la Cruz era un capitán de la marina, una centenaria tradición familiar que acabó cuando los médicos le diagnosticaron la enfermedad del corazón grande. Con solo 36 años era un desempleado más y saber que le quedaban cuatro meses de vida fue un golpe difícil de asimilar después de que habían dejado su casa en el acomodado barrio de Manga en Cartagena para irse a Santa Marta detrás del trabajo que la Drummond le había ofrecido.
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Don José de la Cruz tenía una vida tranquila, hacía lo que le gustaba, navegar por el mar Caribe durante meses con la certeza de que al llegar a tierra lo esperaba Marilin, la prima con la que se casó y tenía tres hijos. En los meses de soledad, Marilin no perdía el tiempo, le sacó brillo a su diploma como fisioterapeuta y abrió un consultorio que duró hasta que su esposo enfermó.
Cuando su familia se derrumbó, Miguel Polo Polo acababa de cumplir seis años. Uno de sus primeros recuerdos fue ver a su mamá llorar cuando veía a don José de la Cruz irse desesperado a tocar puertas para cualquier trabajo. Ninguna de ellas se abrió. Soñar era lo único que lo mantenía feliz con la esperanza de que algún día sería presidente de la República y con esa seguridad respondió cuando una tarde de diciembre su papá le preguntó a él y a sus hermanas, Valeria de 3 años y Luisa Eva de 7 años, que serían cuando grandes. En la familia no había políticos, solo marinos.
Miguel Polo era el muñeco de trapo, un juguete más de sus 14 primas. Era el consentido, el único varón, el centro de atención de la familia. Todo se lo celebraban, era una rara avis, a la que nunca le gustó el vallenato, tan bulloso, pero sobre todo corroncho y ni que hablar de la champeta, básica y vulgar. Lo suyo era Coldplay, el rock, pop, todo lo cool que puede sonar la música en inglés. La comida era otra piedra en el zapato de Miguel Polo Polo, despreciaba la comida típica costeña, ese festival de carbohidratos camuflado en el queso costeño, en su grasoso suero y en los suculentos guisos que su mamá, en vano, le obligó a comer. Si fuera por él desde los 8 años hubiera sobrevivido en el verdor de una pechuga con ensalada.
Ya en Santa Marta, los Polo Polo, como tantas otras familias católicas llenas de problemas, se volcaron a la fe cristiana y se aferraron a ella como náufragos a una tabla. No pasó un día del año 1999 que no asistieran a la iglesia Centro Bíblico del Rodadero pidiéndole a Dios más tiempo de vida para disfrutar a don José. El milagro ocurrió cuando recibieron una llamada de la Clínica Shaio en Bogotá. Tenía un corazón listo para él entonces armaron maletas y cogieron un bus rumbo la capital.
Las cosas mejoraron aún más cuando el cirujano les advirtió que don José de la Cruz ya no necesitaba de un trasplante. Su corazón marchaba bien. Entendido como un milagro, la familia se aferró a la fe cristiana al punto de formarse como pastores y abrir iglesia propia, un camino que siguió el muchacho que se aprendió la biblia de memoria y logró su curul cuando todo parecía estar perdido.
Para el 2004, la familia Polo se fue a vivir a Tolú, un municipio pequeño y más económico y donde había espacio para formar una comunidad para su iglesia al pie del mar. La primera promesa de Miguel Polo Polo fue cuando hacía cuarto de primaria en el colegio cristiano Fundación Educativa Jabes. Cansado del agua caliente que él y sus compañeros tomaban en el colegio mientras Tolú ardía a una temperatura de 40 grados, frente a cientos de estudiantes juró salvarlos de la sed llevándoles un dispensador de agua fría. Tenía solo ocho años. Esa tarde llegó a la iglesia y le dijo a su papá que necesitaba cumplir la promesa, don José se puso furioso y le dijo que no tenía ni el dinero ni el dispensador. Como sucedía a diario no supo resistir los pucheros de su consentido, y entonces al otro día llevaron juntos el primer dispensador de agua fría al colegio.
Para Miguel Polo Polo no fue difícil hacerse notar cuando entró al bachillerato del colegio Luis Patrón Rosano en donde reinaban profesores con tendencias de izquierda y no tuvo reparo en mostrarse su admiración e idolatría a Álvaro Uribe Vélez. Refutaba a sus profesores sindicalistas en todas las clases de historia o ciencia sociales. Su osadía la pagó cara cuando quiso aspirar a su primer cargo de elección popular: la personería estudiantil, y fueron sus propios profesores los que se le atravesaron.
Sin pensarlos dos veces, don José de la Cruz no lo pensó dos veces y puso la queja en la secretaria de Educación de Cartagena y Miguel terminó logrando la representación con el 80% de los votos en un colegio que tenía tres jornadas.
A los 16 años, Miguel Polo Polo armó sus maletas y se mudó Cartagena. Hizo de todo, vendió planes de internet en Tigo en el Multicentro La Plazuela. Pasó una temporada en Homecenter, Puma y hasta vendió joyas a turistas extranjeros. Para Miguel Polo Polo ser negro no fue nunca un impedimento para trabajar era una decisión de querer salir adelante. De los pocos pesos que ganaba tenía que sacar para ayudar a su abuela materna doña Chana con los servicios y el mercado. En 2016 finalmente se pagó su primer semestre de Gestión Pública en la Universidad de Cartagena mientras seguía trabajando.
Genio y figura se hizo notar en la universidad. En 2018 un video hablando de los peligros de una presidencia de Petro lo catapultó en la gloría de Twitter, pero lo convirtió en el blanco favorito de las barras bravas petristas. Antes que temerles, disfrutaba de su cuarto de hora, mientras sus papás padecían las críticas. Luisa su hermana entendió pronto que su hermano o empezaba a convertirse en una figura nacional consiguió trabajo por ser la hermana de la hermana de Miguel Polo Polo.
En el 2019, Miguel Polo Polo pensó que sus entusiastas seguidores de Twitter bastaban para hacerse a la alcaldía de Tolú. Traicionado por el Centro Democrático que le negó el aval, fue su papá quien le consiguió el aval de pastores amigos vinculado al partido cristiano Colombia Justa Libres. No llegó a los mil votos, pero no se rindió. Como golpe de suerte conoció a la senadora María Fernanda Cabal quien desde entonces se convirtió en su madrina política y quien ha empujado su carrera.
A pesar de la adversidad y de sudar su curul por los afros, asesorada por el abogado del uribismo Abelardo De La Espriella además de María Fernanda Cabal y su esposo José Félix Lafaurie el 20 de julio de 2022 pudo jurar como representante y entrar a formar parte de la clase política que en el pasado tanto criticó. Un logro con sabor a frustración porque su papá, don José de la Cruz, a quien tanto le debía no pudo celebrarlo su llegada.
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