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¿Va a negociar Trump con Maduro o a intentar su caída? A Colombia la afectará diferente según la política Trump-Rubio consista en una radicalización o en negociar la convivencia. Poco han dicho los nuevos ocupantes al respecto. Maduro tendió puentes. Está fuera de discusión que a Rubio y su corte de extremistas no le hace gracia negociar con él. Lo quieren desfilando con traje de rayas por las redes sociales y a María Corina Machado despachando desde Miraflores. Sin embargo, tal vez hayan aprendido algo de sus intervenciones fallidas y de la ineficacia de las sanciones que los países víctimas aprendieron a esquivar con el apoyo de otros poderes que ahora juegan en la región.
La inmadurez de Trump es proporcional a sus improvisaciones, de manera que cualquier cosa puede pasar. Negociar generaría indignación entre los líderes globales que consideraron fraudulentas las elecciones de Maduro. Significaría que USA lo reconoce como jefe de estado. Pero confirmaría que Trump lo admira porque logró lo que él no pudo en 2020: seguir en el poder a pesar de perder las elecciones. Nadie debería sorprenderse si Trump viaja a Caracas a darle un buen abrazo al sucesor de Chávez.
Los asesores de seguridad de Trump no ven en la región una prioridad. Más bien contemplan que desestabilizar a Venezuela implica un desgaste con pocos premios. A la ciudadanía que los eligió le interesa la expulsión de 10 millones de migrantes indeseables (algunos comen gatos), acceder al petróleo y que el flujo de drogas baje. Les interesa que Venezuela eche reversa en sus relaciones de seguridad con los enemigos de Washington y poco más.
Frente a la migración, lograr que Maduro acepte la devolución de los 280.000 venezolanos ilegales en USA, sería un logro menor. Apenas son el 3 % de los 8 millones que migraron a otros países. Aunque empacarlos en conteiners como bestias y devolverlos a su patria sería un buen espectáculo. En este tema el rol de Petro puede ser interesante, porque le correspondería cerrar el dramático paso del Darién y establecer sistemas de controles fronterizos para evitar que, en el caso de nuevas sanciones, la migración de venezolanos se reinicie y que miles de deportados por el norte se quieran instalar en el país.
Que Maduro facilite el acceso al petróleo a las empresas que le aportaron fondos a la campaña Trump es atractivo. Devorar las reservas venezolanas antes que la transición energética reduzca el consumo de combustibles fósiles sería un buen negocio. El futuro de las enormes reservas venezolanas si es importante, como no lo es el petróleo que produce hoy Venezuela. Son 850.000 barriles diarios de un crudo pesado y costoso de extraer y procesar. El éxito del fracking puso a Estados Unidos como primer productor mundial con 18 millones de barriles diarios, el doble de lo que producen Arabia Saudí y Rusia -10 millones cada uno- y cuatro veces la producción de Canadá, China e Iran con 5 cada uno. Frente a estas cifras, los 850.000 barriles de Maduro representan poco y están comprometidos con China, India e inclusive con Cuba que los necesita más que nadie.
Otro tema de una eventual negociación USA-Maduro sería exigir límites al papel de Rusia, China e Irak en Venezuela. Estas naciones pueden ser un riesgo para la seguridad del tío Sam con sombrero Trump. Igual que Rusia reclama que en Ucrania no se instalen misiles que amenacen a Moscú, los norteamericanos van a exigir que en Venezuela no se instalen armas que amenacen a Washington. Aunque el episodio de Cuba con los misiles rusos demuestra que no se requieren negociaciones para impedir que esto ocurra, puede ocurrir. No es claro cómo después de 25 años en los que Venezuela ha construido relaciones con el otro eje, abandone a los países que le tendieron la mano para soportar las medidas y el aislamiento que tanto daño le hizo al socialismo del Siglo XXI.
Si la política es la contraria, presionar, agredir y desestabilizar a Maduro, el panorama se complica para Colombia y para el gobierno Petro. El secretario Rubio -que por cierto apoya a Duque para secretario de la OEA-, desearía aumentar las medidas de bloqueo y aislamiento económico. Aunque le haga más daño a la empobrecida población que a Maduro, les gusta hacerlo.
El impacto en Colombia, que ha venido recuperando exportaciones -este año van por US$ 700 millones- sería notorio. Otra vez el país perdería este mercado pues las sanciones impedirían hacer transacciones. En este escenario, Petro trataría de defender los intereses de los colombianos. Pero para que Rubio lo escuche se necesita un intenso trabajo diplomático, y neutralizar a Duque y a Uribe. Los tres consideran que nuestro presidente es una sombra de Maduro. La tarea implica buscar aliados hacia el oriente con una mirada mas inteligente y menos miope que la de nuestros fanáticos expresidentes que tienen pesadillas con el comunismo del siglo pasado.
Para que Rubio escuche a Petro se necesita un intenso trabajo diplomático, y neutralizar a Duque y a Uribe
A la agresión comercial los trumplicanos, es posible, le agregarían ataques mercenarios para desestabilizar al régimen. En esta ecuación Colombia también saldría afectada. Con una frontera de 2.000 kilómetros y pico, lanzar ataques desde el país estaría al orden de día. Como Petro no va a facilitar el territorio para esas operaciones sucias como si lo hicieron Duque y Uribe, la presión que recaería sobre él sería enorme, y la posibilidad de usar fuerzas mercenarias para brincarse protocolos y tratados, estaría al orden del día. Se brincarían a Petro porque la geografía nacional lo permite y porque las fuerzas militares colombianas tendrían poco que hacer para impedir estas acciones.
Ya en el pasado se hicieron incursiones, unas oscuras, otras de frente, con el visto bueno de los gobernantes anti-Maduro. La de Uribe en Ecuador para matar a Reyes, ilegal bajo el derecho internacional. La de mayo 2021 contra Santrich en territorio venezolano, ilegal y clandestina. La de los narcoempresarios haitianos con mercenarios colombianos para asesinar al presidente Moïse en julio de 2021, en la que el rol del gobierno Duque sigue bajo cuestionamiento.
La operación contra Santrich es diciente porque se hizo con la colaboración de agencias extranjeras, el estímulo de una recompensa y protección para que los comandos se infiltraran, detectaron las rutas que usaba el disidente y ubicaron el sistema de radares en la zona para neutralizarlos y ejecutar la operación de asesinato. Luego extrajeron en helicóptero a los mercenarios de vuelta a Colombia. Estas operaciones bajo Uribe y Duque eran viables, pero con el gobierno Petro son imposibles.
Algunos sectarios locales creen que a Colombia le conviene el conflicto con Venezuela y la caída de Maduro. Aparte de lo que significa echar para atrás en comercio, y restringir la posibilidad de acceder al gas venezolano, la frontera juega en doble vía en términos de seguridad. Desde Venezuela es fácil desestabilizar a Colombia. Con solo dejar que en su territorio se refugien grupos armados ilegales, estos pueden lanzar ataques contra objetivos en el país con total impunidad.
El gobierno Petro que respeta el proceso interno venezolano tiene un reto enorme para apaciguar a los halcones de Washington. Quieren cambiar el destino del poder en Venezuela, que, bajo esa visión, también implica cambiar el tipo de gobierno colombiano para que vuelva a la anacrónica visión de seguridad del uribismo. Si les queda imposible derrocar a Maduro, el castigo por disentir lo exhiben en la crisis de Cuba con 70 años de bloqueo. Pero se les olvida que ahora hay otros poderes en la región, con una visión de desarrollo que está por encima de las consideraciones de seguridad norteamericanas.
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