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Como un gran logro fue celebrado por el Gobierno Petro, y por sus mercenarios digitales, el acuerdo alcanzado con los transportadores para levantar la protesta que este influyente gremio montó, como protesta por el alza de $6.000 en el galón de diésel.
Es innegable que para el país fue positivo que el paro no se hubiera prolongado de forma indefinida, como ocurrió con los anteriores. Y que para el gobierno enfrentar esa situación habría sido muy complejo. En ese sentido, el acuerdo fue bueno para todos. Hasta ahí.
Pero para las arcas del Estado fue un pésimo negocio. Es como si alguien saliera a vender su casa y fijara el valor del predio en $600 millones. Y al cabo de una semana de negociaciones terminará vendiéndola por $80 millones. Un descalabro.
Y a nadie se le ocurriría calificar como un gran negociador a quien cerrara semejante transacción.
Lo peor que le puede pasar a alguien que pone en venta cualquier cosa es que se le vea la necesidad de salir de ella. Y eso le pasó el gobierno Petro, se le vio la angustiosa necesidad de arreglar ese lío a como diera lugar.
Claro, Petro no podía permitir que le pagaran con su misma moneda, es decir, que le armaran un caos como el que se produjo en el llamado estallido social, que él promovió, y que al final lo impulsó a la Presidencia.
Y sí, el Gobierno logró que se levantara el paro. Pero ¿qué ocurrirá con el hueco de $12 billones que le cuesta a las finanzas públicas el subsidio a ese combustible? El tema es muy grave, sobre todo en estos momentos en los que las cuentas del Estado están totalmente descuadradas.
De alguna manera habrá que tapar ese hueco. Lo que implica que si con la reforma tributaria que se está planeando, inicialmente la meta era recaudar $12 billones, ahora deberá conseguir, mínimo, 20 billones.
Si con la reforma tributaria que se está planeando, inicialmente la meta era recaudar $12 billones, ahora deberá conseguir, mínimo, 20 billones
Eso significa que al final los paganinis de la bajada de pantalones del presidente con los camioneros seremos los de siempre: los contribuyentes, que a punta de nuevos tributos tendremos que tapar el foramen del fisco nacional.
Pero ese no es el único costo que deberemos asumir los colombianos. Con semejante bajada de pantalones, el mensaje, casi bíblico. que envió el gobierno a todo aquel que tenga una petición o un reclamo, es claro: bloqueen las vías y se os concederán todas tus peticiones.
Lo peor que le puede pasar a un gobierno es mostrar debilidad. Y este la ha mostrado hasta la saciedad: con los alzados en armas, con los sindicatos, con Benedetti y ahora con los transportadores. Hablando en colombiano, el gobierno se dejó medir el aceite.
Otra cosa que hay que decir es que este fue un problema creado por la miopía del gobierno. Estaba muy despistado el ministro de Hacienda si creía que un gremio tan poderoso como el del transporte se iba quedar con los brazos cruzados ante un aumento del 66% en el combustible, uno de los principales insumos para su actividad.
Estaba cantado que ese exorbitante incremento iba a generar una fuerte reacción por parte de los transportadores. El único que no lo previó fue el ministro Bonilla.
Todo este problema se hubiera evitado si el Gobierno hubiese aplicado para alza del diésel la misma fórmula que utilizó para incrementar la gasolina: un alza gota a gota.
Una cosa es la percepción que genera un incremento que se aplica de un totazo y otra muy diferente es la que se causa si el alza se hace de forma gradual. Al final el efecto es el mismo pero la gente lo siente de una forma diferente.
Otra falta de tacto y de estrategia de un gobierno que reiteradamente ha carecido de lo uno de lo otro.
Lo único cierto es que los clavados con la bajada de pantalones del gobierno vamos a ser los colombianos que pagamos impuestos.
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